LA MUJER GRIEGA
La misoginia era una cuestión
generalizada en el mundo griego reproducida incansablemente en todos los
géneros literarios.
Así en la Tragedia “Hipólito” de
Eurípides en la que Fedra, madrastra de Hipólito se enamora de él, Hipólito
ante tal descubrimiento grita: “¡Oh, Zeus! ¡Por qué sacaste a la luz del sol a
las mujeres como desgracia de mala ley?
Pues si querías sembrar la estirpe mortal, no era necesario que esta
saliera de las mujeres sino comprando simiente de hijos y que vivieran sin
mujeres".
A continuación argumenta su
opinión con un ejemplo: “Que la mujer es una gran desgracia se advierte por lo
siguiente: el padre que las engendró y crio, dándoles una dote las aleja de su
casa y se libera de una desgracia".
Una reflexión semejante realiza
Jasón en “Medea” soñando con un mundo en el que los mortales se reprodujeran
sin necesidad de la raza femenina y así no habría mal alguno para los hombres.
Hesíodo en la “Teogonía” habla de
la primera mujer, creada por Zeus y forjada por Hefesto en su fragua como una
trampa para los humanos, una peste para los mortales. Al principio ni siquiera hace referencia a un ser femenino
sino que habla de un producto artesanal de tierra arcillosa, un objeto que es
presentado en la asamblea de los dioses y de los hombres. Los dioses la cargan
de dones y la convierten en una
maravilla desconocida para lanzarla al mundo de los hombres y vengarse de ellos
y de Prometeo. Desde ese momento dejaron de ser “anthropoi” para convertirse en “andres”
Zeus le entregó una caja con
trampa. Dentro se ocultaban todos los males del mundo. Cuando llegó a la tierra
donde los hombres vivían con los dioses, mezclados, Epimeteo, hermano de Prometeo se fijó en ella con toda su inocencia. No tardó en abrir la caja de
la que salieron de inmediato la enfermedad, la tristeza, la locura, la envidia,
la guerra… Se apresuró a cerrarla pero
solo había quedado por salir la esperanza que permaneció cerrada para siempre.
Lejos de esa fantasía del mundo
mitológico, la realidad social no era muy diferente: la mujer estaba totalmente
marginada de toda consideración. Así en el siglo IV a. C, Demóstenes, un gran
orador reflexionaba sobre las mujeres lo
siguiente:
“Tenemos las “hetairas” para el
placer, a la “pornae” para que se hagan cargo de nuestras necesidades
corporales y a las gynaykes” para que nos traigan hijos legítimos y cuiden
nuestros hogares".
Y este era el panorama de todas
las polis griegas pero sobre todo en Atenas.
La mujer en Grecia no era nada,
era simplemente un objeto para crear alianzas y obligaciones familiares.
Carecía de voluntad y de palabra. No tenía voz ni voto. Era un ser marginal
equiparable a un esclavo. Servía solamente para criar a los hijos legítimos de
los varones.
Aristóteles definió la
ciudadanía como la capacidad de participar en política. Los extranjeros y los
esclavos si alcanzaban alguna dignidad podían participar en ella, la mujer no.
De manera que una mujer jamás podría ser ciudadana, tan solo esposa de un
ciudadano.
Tampoco podía adquirir independencia
pues siempre la acompañaba un tutor, su padre, su hermano, su esposo o su hijo.
En las familias ricas, las mujeres vivían en
el gineceo, con sus doncellas e hijos. En el campo trabajaban en la tierra para
ayudar a la economía familiar.
El trato con el marido era
mínimo. Sócrates le dijo a un esposo: ¿Hay alguien con quien menos hables que
con tu esposa?
Sófocles decía que el silencio es
un adorno en la mujer
Plutarco afirmaba que la esposa no debe tener
sentimientos propios sino que debe acompañar al marido en todos sus estados de
ánimo.
Las “hetairas” son las verdaderas compañeras. Son mujeres libres,
educadas en escuelas, inteligentes, cultas, con talento, hacían gimnasia y
danza, pintura, música, poesía, tocaban instrumentos. Los hombres encontraban
en ellas a la compañera ideal, con ellas podía discutir de política, de asuntos
bélicos, de economía, y además las podían llevar a los symposium. No
necesariamente tenían relaciones sexuales con ellas; tenían ciertos privilegios
pero no podían casarse con los hombres libres. Los hijos que tenían con ellas
no eran hijos legítimos.
Pericles, estratego y arconte
ateniense tenía una hetaira. Era
extranjera, de Mileto. Era una intelectual dedicada sobre todo a la lucha por
la emancipación de la mujer ateniense.