Pridie nonas martias
ULISES Y El CÍCLOPE POLIFEMO
Tras la guerra de Troya todos los supervivientes griegos regresaron a sus respectivas patrias El retorno de Ulises a su hogar no fue fácil; veinte años fuera de él estuvo, diez años que duró el asedio a la ciudad de Troya y otros diez, el doloroso regreso a la patria por designio fatal de Zeus.
Vivió dramáticas aventuras de las que fue saliendo sano y salvo gracias a su astucia pero, fue perdiendo poco a poco a sus hombres, fieles amigos y compañeros que lo habían seguido a Troya.
Ulises y sus compañeros habían salido precipitadamente del país de los lotófagos, que aunque eran seres inofensivos, las flores de loto de las que se alimentaban hacían que se perdiera instantáneamente la memoria. Los que las habían probado habiéndose olvidado de todo querían quedarse allí. Ulises, temiendo que el resto también olvidara el camino de regreso, los obligó a subir inmediatamente en las naves atando en los bancos a los que ya habían perdido la memoria.
A continuación, llegaron a la tierra donde habitan los Cíclopes, aparentemente seres tranquilos. Y fueron a desembarcar en una isla con puerto seguro y de fácil desembarco. Ulises con una sola nave se adelantó para asegurarse de que la gente que habitaba aquella isla fuera hospitalaria. Desde la nave vio una profunda caverna rodeada de laurel, pinos y encinas. Y allí vieron un monstruo prodigioso que no se parecía en nada a los hombres que comen pan. Ulises, con ánimo audaz, cogió un odre de un excelente vino y vituallas, y con doce hombres fue hacia la gruta. En ese momento el gigante no estaba, pues apacentaba sus rebaños en la pradera. El antro estaba lleno de quesos, de cacharros para ordeñar y establos con corderos y cabritos.
Allí lo esperaron comiendo queso. Al momento llegó haciendo un gran estrépito que obligó a los hombres a replegarse. Introdujo la leña para la lumbre y a los rebaños para ordeñarlos. Cuando se percató de su presencia les preguntó quiénes eran. Ulises se presentó y pidió hospitalidad si no por la ley de los hombres, por la ley de los dioses. El Cíclope burlándose de él cogió a dos de sus hombres y despedazándolos los devoró.
A la mañana siguiente, mientras el Cíclope había ido a pastar, Ulises cortó una rama del bastón del gigante, que era el tronco de un olivo e hizo una jabalina con ella; y la escondió bajo el estiércol de la cueva.
Cuando regresó el gigante devoró a otros dos compañeros y fue el momento en el que Ulises le ofreció el dulce vino. Quiso saber su nombre para agradecerle el sabroso brebaje que le había regalado, de néctar y ambrosía. Ulises, le dijo que se llamaba Nadie, que todos lo llamaban Nadie. Polifemo bebió y bebió hasta caer patas arriba vomitando vino y la carne humana que había devorado.
Sacaron el venablo y se los clavaron en el único ojo que poseía, en la mitad de la frente. Ulises lo hacía girar como si estuviera taladrando madera.
El gigante gemía dando unos espantosos alaridos, y llamando con fuertes gritos a sus vecinos los cíclopes los cuales acudieron al instante
El gigante gemía dando unos espantosos alaridos, y llamando con fuertes gritos a sus vecinos los cíclopes los cuales acudieron al instante
_¿Por qué lanzas tales lamentos?_ le preguntaron _¿Te han robado?, ¿Te quieren matar?_
_ Nadie me quiere matar_ respondió él.
_Si nadie está contigo, Nadie puede hacerte mal_ respondieron. Y se alejaron
Polifemo quitó el gran peñasco que tapaba la puerta de la gruta, pero Ulises, conocedor de engaños, hizo caso omiso a ello, sabiendo que los atraparía en la salida.
Durante la noche Ulises se dedicó a atar a ovejas y carneros de más lana de tres en tres con fuertes hebras hechas de mimbre, urdiendo el plan con el que lograrían escapar de la caverna del gigante.
A la mañana siguiente ató a cada compañero en el vientre del animal del medio y él mismo se agarró fuertemente bajo el lomo del carnero más lanudo. Polifemo quitó el gran peñasco que tapaba la puerta para que fueran saliendo sus rebaños a los pastizales, y les iba palpando el lomo a cada uno de ellos para asegurarse de que no se le escapaban los hombres. No se dio cuenta del engaño.
Ulises consiguió llegar a las naves junto con los compañeros que se habían librado de la muerte y como botín se llevó los carneros donde se habían amarrado.
Cuando ya estaba en el mar y a una distancia que él consideraba segura, le reprochó su crueldad y, entonces, le dijo cuál era su verdadero nombre, Ulises, hijo de Laertes, de la patria Ítaca.
Polifemo recordó que todo lo que le había ocurrido se lo habían profetizado, mas nunca pensó que iba a ocurrir en manos de un insignificante hombre como Ulises.