miércoles, 8 de noviembre de 2017

La mujer en Grecia






LA MUJER GRIEGA

     La misoginia era una cuestión generalizada en el mundo griego reproducida incansablemente en todos los géneros literarios.

Así en la Tragedia “Hipólito” de Eurípides en la que Fedra, madrastra de Hipólito se enamora de él, Hipólito ante tal descubrimiento grita: “¡Oh, Zeus! ¡Por qué sacaste a la luz del sol a las mujeres como desgracia de mala ley?  Pues si querías sembrar la estirpe mortal, no era necesario que esta saliera de las mujeres sino comprando simiente de hijos y que vivieran sin mujeres".
A continuación argumenta su opinión con un ejemplo: “Que la mujer es una gran desgracia se advierte por lo siguiente: el padre que las engendró y crio, dándoles una dote las aleja de su casa y se libera de una desgracia".

Una reflexión semejante realiza Jasón en “Medea” soñando con un mundo en el que los mortales se reprodujeran sin necesidad de la raza femenina y así no habría mal alguno para los hombres.

Hesíodo en la “Teogonía” habla de la primera mujer, creada por Zeus y forjada por Hefesto en su fragua como una trampa para los humanos, una peste para los mortales. Al principio  ni siquiera hace referencia a un ser femenino sino que habla de un producto artesanal de tierra arcillosa, un objeto que es presentado en la asamblea de los dioses y de los hombres. Los dioses la cargan de dones  y la convierten en una maravilla desconocida para lanzarla al mundo de los hombres y vengarse de ellos y de Prometeo. Desde ese momento dejaron de ser “anthropoi” para convertirse en “andres
Zeus le entregó una caja con trampa. Dentro se ocultaban todos los males del mundo. Cuando llegó a la tierra donde los hombres vivían con los dioses, mezclados, Epimeteo, hermano de Prometeo se fijó en ella con toda su inocencia. No tardó en abrir la caja de la que salieron de inmediato la enfermedad, la tristeza, la locura, la envidia, la guerra… Se  apresuró a cerrarla pero solo había quedado por salir la esperanza que permaneció cerrada para siempre.



Lejos de esa fantasía del mundo mitológico, la realidad social no era muy diferente: la mujer estaba totalmente marginada de toda consideración. Así en el siglo IV a. C, Demóstenes, un gran orador reflexionaba sobre las mujeres  lo siguiente:
Tenemos las “hetairas” para el placer, a la “pornae” para que se hagan cargo de nuestras necesidades corporales y a las gynaykes” para que nos traigan hijos legítimos y cuiden nuestros hogares".




Y este era el panorama de todas las polis griegas pero sobre todo en Atenas.
La mujer en Grecia no era nada, era simplemente un objeto para crear alianzas y obligaciones familiares. Carecía de voluntad y de palabra. No tenía voz ni voto. Era un ser marginal equiparable a un esclavo. Servía solamente para criar a los hijos legítimos de los varones.




Aristóteles definió la ciudadanía como la capacidad de participar en política. Los extranjeros y los esclavos si alcanzaban alguna dignidad podían participar en ella, la mujer no. De manera que una mujer jamás podría ser ciudadana, tan solo esposa de un ciudadano.
Tampoco podía adquirir independencia pues siempre la acompañaba un tutor, su padre, su hermano, su esposo o su hijo.
 En las familias ricas, las mujeres vivían en el gineceo, con sus doncellas e hijos. En el campo trabajaban en la tierra para ayudar a la economía familiar.

El trato con el marido era mínimo. Sócrates le dijo a un esposo: ¿Hay alguien con quien menos hables que con tu esposa?

Sófocles decía que el silencio es un adorno en la mujer

Plutarco afirmaba que la esposa no debe tener sentimientos propios sino que debe acompañar al marido en todos sus estados de ánimo.

Las “hetairas” son las verdaderas compañeras. Son mujeres libres, educadas en escuelas, inteligentes, cultas, con talento, hacían gimnasia y danza, pintura, música, poesía, tocaban instrumentos. Los hombres encontraban en ellas a la compañera ideal, con ellas podía discutir de política, de asuntos bélicos, de economía, y además las podían llevar a los symposium. No necesariamente tenían relaciones sexuales con ellas; tenían ciertos privilegios pero no podían casarse con los hombres libres. Los hijos que tenían con ellas no eran hijos legítimos.
Pericles, estratego y arconte ateniense  tenía una hetaira. Era extranjera, de Mileto. Era una intelectual dedicada sobre todo a la lucha por la emancipación de la mujer ateniense.